Han vuelto a criar los cárabos en una de las cajas-nido de Parkea Bizirik “kukulunbera”. Aquí, en Ulia (Donostia). Todo un hito. No lo consiguen todos los años. Sus puestas son escasas. A veces, son torpes, pisan sus propios huevos y los rompen. Si hay nacimientos y la comida escasea, el hambre exalta a los pollos; hermanos y hermanas se picotean hasta devorarse. Así se aseguran la supervivencia de alguno de ellos. Se llama canibalismo. Si la comida abunda, la caja-nido se convierte en un matadero de ratas y ratones descuartizados. Un muslo aquí y un intestino allá. Una realidad no apta para todos los públicos. Es la realidad, es la Naturaleza.
30 cajas y 30 años de ininterrumpida actividad. 1990 – 2020. Organiza, construye, pinta, cuelga, inspecciona, anota, saca fotos, limpia, repara, cambia la ubicación si alguna rama se ha podrido, redacta el cuaderno de campo digital. Nunca se termina de aprender.
7200 inspecciones en 30 años. Muchísimos nacimientos y, de ellos, 2307 (sin contar los de esta primavera) han crecido, saltado y volado al mundo exterior. 2307 aves. Carboneros, herrerillos, trepadores, cárabos… Una barbaridad.
Unos frenan las plagas de los manzanos que nos hacen disfrutar en las sidrerías, otros desparasitan los bosques que ralentizan nuestro deterioro climático, otros colaboran para que la población de roedores no crezca tan deprisa, por tu basura, que les alimenta…
Es un no parar en su contribución para que las cosas funcionen.
Debido al confinamiento, se han perdido datos importantes. A medida que la desescalada avanza y, en la medida que se pueda, seguiremos trabajando y compondremos los paréntesis mediante medias y estimaciones. Tan solo, somos voluntarios.
Ya es de noche. La luna asoma y el cárabo despierta.
Parkea Bizirik “kukulunbera”
Día 9 de mayo de 2020, Día mundial de las aves